12.

RESULTÓ SER, la de hoy, una reunión interesante.
           
Llegó Ricky, nuevamente. Pidió la palabra. Entonces confesó lo más inaudito: dijo ser gay.
           
Una declaración que requería irse de culo, así que todos nos fuimos de culo.
           
Dijo que eso justamente era lo que lo había hecho recaer: el no poder ser gay abiertamente.
           
También explicó que todo eso de cantinearse a las traidas era solo una pantalla para disimular su verdadera naturaleza.
           
La noticia generó una especie de solidaridad, incluso entre los homofóbicos de siempre.
           
Pero aquí no termina todo: seguidamente se paró Rafa, y confesó que él también era gay, y que de hecho estaba viéndose secretamente con Ricky.
           
Hilarante.
           
Bianka, que estaba presente, se puso como loca.
           
–Tomá esa tu mierda –le dijo, aventándole un anillo, presumiblemente de compromiso.
           
–Con razón no se te paraba esa tu mierda cuando estabas conmigo –añadió, quizá innecesariamente.
           
Pero Rafa no tartamudea, no oferta ninguna contrariedad: está bastante orgulloso de haber salido, por fin, del clóset.
           
De alguna manera, estoy contento por Rafa. Y ahora entiendo por qué era tan agresivo, el verga.
           
Las personas que no viven su verdad son mala onda a puro huevo.
           
Bianka ha salido a la calle, está como desquiciada.
           
Otoniel intenta consolarla:
           
–De–já–me, de–já–me –dice ella, histérica.
           
¿Qué chingados hacer?
           
Decido hablarle yo.
           
Ahora estamos los dos sentados en la banqueta, y ella está llorando, se le salen los jutes como tiernas babosas. Es toda ella llanto inconsolable.
           
Me confiesa que ya sospechaba de la homosexualidad de Rafa desde hace tiempo. Y que todo ese asunto conmigo no había sido desde el principio más que una especie de notoria telenovela para llamar su atención.
           
Lo cual no deja de herirme mi macho orgullo.
           
Y bueno, en cierto retorcido modo, la estrategia funcionó: Rafa reaccionó bruscamente cuando supo que la Bianka y yo andábamos en gran cogedera, y de allí la pelea de la otra noche. Rafa será gay, pero sobre todo es un materialista: detesta que le quiten algo que cataloga como propio.
           
Así fue cómo Bianka consiguió un poco de mendiga atención por parte de Rafa.
           
Pero, como ya dije, en el fondo se trata más de un asunto de propiedad que de amor. Porque el verdadero amor de Rafa, ahora lo sabemos, es Ricky.        Es para cagarse de la risa, ¿o no?
           
Le digo a la Bianka que si alguna vez quiere tomarse un café conmigo…
           
–Gracias –dice– pero creo que es hora de tomar un tiempo para mí.
           
Es lo que se dice en las películas, y es lo que Bianka también dice.
           
Y yo comprendo perfectamente.
           
Y empiezo a intuir que las mujeres no son cosas que uno penetra, que no son “culos”. Las mujeres son mujeres. Son hijas de alguien, madres de alguien, novias de alguien, esposas de alguien. Son humanas. Defecan. Les salen quistes en los ovarios. Son hermosas.



ESA NOCHE agradecí nuevamente al Universo, Dios o lo que fuere, que estuviera vivo y limpio. La verdad es que no quiero recaer. No quiero ponerme otra borrachera pisada en la vida. Sería bonito decir que eso no va a ocurrir, pero no puedo decir tanto. Lo que sí puedo decir es: solo por hoy.



EN CIERTA FORMA, las cosas salieron bien, en tanto que la trama oculta de Ricky y Rafa se reveló, pero todavía no estábamos muy seguros, no sabíamos quién había matado a la Moniquita.
           
Por supuesto, tanto Ricky como Rafa seguían siendo sospechosos. Incluso lo eran más ahora. ¿No podía haber ocurrido una disputa entre ellos esa noche en el grupo? ¿Acaso no era posible que la Moniquita se enterase de esa cuenta de su amorío, y que la mataran bruscamente para que así nadie más supiera la verdad?
           
Es completamente factible, y de hecho es mi teoría principal. En un país como Guatemala, hay tal grado de homofobia, que muchos gays hacen cualquier cosa por no salir del clóset.
           
Sigo dispuesto a agarrar el culpable. Me parece que si no damos con la verdad de lo ocurrido, la integridad misma del grupo está en problemas. Si no resolvemos este crimen macabro, entonces el grupo no es un lugar en donde lo bueno y lo bello y lo auténtico puedan manifestarse.
           
En la próxima reunión de trabajo, no se habló del crimen, como en un acuerdo, pero había una atmósfera densa, congestiva.
           
Terminada la reunión de trabajo, algunos compartieron, entre ellos Otoniel.
           
Otoniel habló del Cuarto Paso, habló de la necesidad de salir del régimen de autoengaño en el cual habíamos estado sumergidos toda la vida, de enfrentar nuestra mentira y nuestra ignorancia. No era cuestión de exhibir con morbo nuestras asquerosidades internas, sino de establecer una perspectiva justa respecto a lo que somos, y formular un balance honesto de nuestros defectos y de lo que esos defectos habían causado, del tremendo daño que habían ocasionado.
           
Fue muy inspirador, y  así consiguió Otoniel traer un poco de distensión al grupo.
           
Definitivamente, Otoniel es alguien que tiene madera de padrino.



UN DÍA DESPUÉS, me fui a comer con mi madre. No estaba del todo seguro si me la iba a pasar muy bien que digamos, pero de hecho fue una reunión bastante agradable. Algo se había desbloqueado entre nosotros. Ese condenado muro de hielo que estaba separándonos se derritió de golpe. Y ahora podíamos vernos, por fin.
           
Y entonces le expliqué todo respecto a la filosofía “Sólo por hoy” de los grupos de Doce Pasos.
           
Le expliqué que es una manera humilde que tiene el adicto en recuperación de establecerse en un marco manejable de temporalidad, lejos del vértigo ansioso del futuro y la arrogancia del mañana.
           
Sólo por hoy…
           
De pronto se me ocurrió algo... Fue un relámpago… ¿Podía ser…? Solo había una forma de saberlo...
           
Terminado el almuerzo con mi madre, me fui volado a mi apartamento.
           
Busqué el teléfono del Grifo, aquel que me diera el Poli. Intenté prenderlo, pero se había descargado. Busqué en mi caja de artefactos (una caja pisada en donde pongo todas las mierdas electrónicas y de celulares que voy acumulando) algún cargador que le hiciera. Y cabal encontré uno. Así que lo puse a cargar.
           
Cuando ya estuvo cargado, busqué en el directorio del teléfono un número específico. En efecto: ¡allí estaba registrado el número que yo andaba buscando!
           
Luego hice varias llamadas, desde mi propio celular. Primero llamé al Gordo. Segundamente llamé a Juan Manuel. Por último, llamé (qué bueno que había conservado su número) a Julio, aquel Fiscal del MP que se había puesto en comunicación conmigo, días después de la muerte de la Moniquita.
           
Valoró mucho la información que yo tenía que darle, de hecho.
           
Pensamientos, pensamientos, y más pensamientos, en mi cabeza…



NOS JUNTAMOS con el Juan Manuel en la iglesia. Le di las gracias por atenderme y juntarse conmigo.
           
Estaba de excelente humor. Me dijo que se acababa de juntar con su padrino.
           
–¿No tuviste que terminar tu reunión por venir aquí?
           
–Nel, ya habíamos terminado.
           
Estuvimos hablando un rato de varias cosas, especialmente del asunto de Ricky y Rafa. Nos reímos bastante, ahora que lo pienso. 
           
A lo lejos se escuchaba un sonido humano, lustrado de oraciones…
           
Ricky se había sentado cerca del corredor central de la iglesia, que separa las dos hileras de bancas. Los dos estábamos sentados aproximadamente a la mitad de la nave principal.
           
En la primera fila, un hombre rezaba.
           
–¿Cuánto les pagaste? –le dije por fin a Juan Manuel, cambiando el tono de la conversación.  
           
Juan Manuel me miró, sorprendido, sin comprender.
           
–¿De qué estás hablando? ¿Pagarle a quién?
           
–A los cholos del Call Center. ¿Cuánto les pagaste?
           
–¿Pagarles por qué?
           
–Por matar a la Moniquita, hijo de sesenta mil putas.
           
Juan Manuel se quedó congelado.
           
–Como diría el Padrino, y no me refiero al tuyo: “Sé que fuiste vos, Fredo”. 
           
Juan Manuel se puso serio, serio.
           
Tal vez estaba evaluando cómo matarme a mí también, allí mismo en la iglesia.
           
Tal vez estaba tratando de comprender cómo me había dado cuenta de todo.
           
Tal vez estaba pensando en la Moniquita. 
           
Terminó diciendo lo siguiente:
           
–Me gusta venir aquí porque no puedo estar en mi casa. En mi casa vive mi papá. Y yo no soporto a mi papá. No soporto ni mierda que tenga que ver con mi papá. Mi papá es un serote.
           
–Eso ya lo sabemos, Juan Manuel, ¿pero quitarle la vida a la Moniquita?
           
–Sí, bueno, la Moniquita…
           
–Te diré que vamos a hacer… –comencé a decirle a Juan Manuel.
           
Pero él empezó a hablar por su cuenta:

–Me gusta el altar de esta iglesia, y me gusta escuchar a las personas rezar –dijo.
           
En ese momento, salió corriendo a la salida.
           
Yo no me inmuté.
           
Y es que a la salida estaba el Gordo, esperándolo. Lo inmovilizó en un segundo.



En la siguiente reunión de trabajo, expliqué todo.     
           
Expliqué cómo Juan Manuel nunca había tenido un padre amoroso en su vida. Cómo toda su vida había sido maltratado por su padre, un alcohólico. Y no un alcohólico como nosotros, en recuperación, sino un alcohólico en activo.
           
En su momento me di cuenta que la relación que mantenía con Don Esvin no era tampoco muy normal que digamos. Más que su padrino, lo veía como su tata, como el tata pues que jamás habías tenido (y Don Esvin, presente en la reunión, me escuchaba callado, desde alguna verdosa esquina interior). Es decir que estaba proyectando sobre Don Esvin la propia necesidad que tenía de un padre. 
           
Es sabido que los hijos primogénitos desprecian al bebé que acaba de entrar al círculo familiar. De la misma manera, Juan Manuel sintió celos de la Moniquita; estaba alerta de cómo le había quitado la atención que Don Esvin antes reservaba solo para él. En cuanto empezó a darse cuenta de ella, la rabia empezó a hervir en él. Celos de la nueva ahijada de Don Esvin… La mató.
           
No la mató él mismo. Contrató a alguien más para asesinarla.
           
Todo se le ocurrió a Juan Manuel el día en que el Gordo me advirtió que me mantuviera alejado de los cholos que trabajan en el Call Center cerca de mi casa, a unas cuadras de acá. Él me dijo que me mantuviera alejado de ellos porque sabía que bombeaban a personas por dinero.
           
Juan Manuel –que estaba presente cuando el Gordo me dijo eso– absorbió el dato.
           
Así que trabó relación con los cholos. De hecho, me llamó para preguntarme donde quedaba exactamente el mentado Call Center. Me explicó que quería buscar trabajo allí. Pero no era trabajo lo que estaba buscando: deseaba conocer a las personas que luego se encargarían de aniquilar a la Moniquita.
           
Yo mismo lo vi conferenciando con los cholos delante del Call Center. Pasé a un lado de donde estaban hablando pero, como el carro tiene vidrios polarizados, ni los cholos ni Juan Manuel me vieron.   
           
Luego lo llamé para preguntarle que qué había pasado con la chamba del Call Center. Y en esa llamada me dijo que no había ido al Call Center: que de hecho había decidido quedarse en su antiguo trabajo. Cosa que me pareció rara, pues yo mismo lo había visto allí delante del Call Center, como ya conté. Pero en ese justo momento se puso a relatarme que habían asaltado a la Madrina en la pasarela de Los Próceres, de manera que eso distrajo mi atención.
           
El grupo me escuchaba con febril impaciencia.
           
La noche en que todos nos fuimos a la pizzería, esa noche lo escuché hablar con alguien por celular. Él me dijo que era su papá. Pero no era cierto, pues Juan Manuel trata siempre a su papá de “usted”, según yo mismo lo he atestiguado. Y a la persona a quien estaba hablándole la estaba tratando de “vos”.
           
En realidad, le estaba hablando a uno de los cholos, para decirle que había llegado el momento adecuado para matar a la Moniquita, dado que la Moniquita estaba casi sola en el grupo: solo Ricky estaba con ella. Y piensen ustedes que si Ricky hubiera estado con ella en el momento en que llegaron los cholos, también se hubiera ido horrible. Y lo mismo el Rafa.
           
El Macho y el Grifo fueron efectivamente a matarla. Estaban muy cerca del grupo, pues el Call Center queda a unas cuadras nomás de este local. La mataron con la cafetera (lo cual no deja de parecerme morbosamente curioso, teniendo en cuenta lo mucho que le gusta el café a Juan Manuel).
           
¿Cómo empecé a sospechar que los cholos y Juan Manuel estaban vinculados? Fue el día en que me di verga con los cholos. ¿Se acuerdan de la morongueada aquella que me metieron? Pues fueron ellos: los mismos serotes cholos que mataron a la Moniquita. La cosa es que después de reverenda pijazeada, uno de ellos –el Macho– dijo: “Solo por hoy te voy a perdonar la vida”. Eso del “solo por hoy” se me quedó en la cabeza. Como ustedes saben, es una expresión que usamos mucho en los grupos de Doce Pasos, pero, sobre todo, es una expresión que Juan Manuel usa parejo. Se me prendió el foco. Ahora pienso que Juan Manuel y el Macho estuvieron hablando bastante por esos días, y la expresión se le terminó pegando a éste, por el mismo contacto que tuvieron.
           
Pero lo que realmente me dio la certeza de que había una conexión entre los cholos y la Moniquita, fue cuando encontré en un teléfono celular de uno de los cholos –al que le dicen el Grifo– el número de Juan Manuel. El teléfono me lo dio, incidentalmente, el guardia de seguridad privada del Call Center. Busqué en el listado de teléfonos del celular, y todo se resolvió en mi cabeza.
           
Enseguida me comuniqué con el Gordo, y le conté mi teoría. El Gordo me ofreció su apoyo.
           
Después llamé a Juan Manuel, y le pedí que se reuniera conmigo en la Iglesia del barrio, en donde lo confronté. Él salió huyendo, lo cual confirmó que era el asesino. Pero El Gordo ya estaba esperándolo, en la puerta de la Iglesia. Después fue solo una cuestión de llevarlo a las autoridades.



DON ESVIN lloraba al oír mi relato. Para qué vergas, decía. Para qué vergas.
           
No sabíamos si estaba triste: triste o airado.



AÑADÍ, por último, que no hay que olvidar que Juan Manuel es un compañerito, un enfermito, un torcido. Y que lo que él hizo, cualquier de nosotros pudo haberlo hecho. Todos somos huérfanos, en cierta forma, y vamos por la vida sin tata ni justicia, y de vez en cuando hacemos grandes muladas irreparables.



EN LOS DÍAS SIGUIENTES, Juan Manuel fue a dar en definitiva, y como era de esperarse, al tambo. Pobrecito. Muy pronto lo confesó todo. En realidad, Juan Manuel no tiene madera de asesino. No es su onda. Si me lo preguntan, yo diría que Juan Manuel se metió a babosadas de grandes ligas.
           
El Macho y el Grifo… Esos son otros veinte pesos.
           
Por cierto que, a raíz de mi comunicación con el Fiscal del MP, al Macho le cayeron en su vivienda, que adicionalmente estaba llena de un pijazal de plantas de mota: una plantación entera tenía allí, el muy talega. 
           
Intentó fugarse por una ventana, lo cual le hubiera dado chance de perderse en las calles de la colonia en donde vivía. Por suerte, le dieron alcance.
           
Al Grifo lo agarraron en el mismo Call Center. Parece que el poli ayudó en la captura.
           
Se definió que el Macho y el Grifo trabajaban en el Call Center simplemente como una forma de ocultar sus actividades delictivas, que incluían el sicariato,  así como la producción y trasiego de drogas. 



ESTOY TRISTE. Se aprehendió al culpable esencial de este asesinato, es cierto, pero perdí a un amigo.



FUI A VISITAR a Juan Manuel a la cárcel. Accedió a verme. Hablamos un rato. Estaba como perdido, en el aire. Antes de irme, le dejé la copia de las Meditaciones que él mismo me había dado antes. Pareció agradecerlo. En la portada, las palabras: “Solo por hoy haré las cosas bien”.



SALIENDO DE LA CÁRCEL, me junté con Otoniel, quien ya es formalmente mi padrino. De hecho, estamos trabajando los pasos. ¿Volveré a consumir? Nanay… solo por hoy.



CREO QUE VOY A IR a pedir trabajo al Call Center. Ya es hora de que practique un poco de independencia en mi propia vida y genere mi propio billete, para no seguir sangrando a mi vieja. Por cierto que hoy voy a llamarla, a ver cómo está.



RECIBO CORREO de Martina, la canadiense. En ese correo me va contando de todas sus aventuras en Centroamérica. Me dice que tiene pensado regresar a Guatemala, que le gustaría verme. Le respondo que puede quedarse en mi apartamento, si lo desea. Añado que, si quiere además, puede dormir en mi cama.



HOY FUI a mi reunión. Y qué bueno, porque llegó la Madrina.
           
Todos la escuchamos, con mucha atención.
           
Dijo cosas extremadamente sabias, compasivas y necesarias.
           
Cosas sanadoras.
           
Esa noche juntamos entre todos suficientes lenes para la renta del local. El otro mes vamos a palidear otra vez con la lana, pero de momento, estamos salvados.
           
Al terminar la reunión, nos fuimos a la pizzería.
           
Por la Moniquita brindamos, sin alcohol por supuesto. Don Esvin dijo unas palabras que nos llegaron al corazón. La clase de palabras que te sacan un par de lagrimones. Aníbal, él, ya estaba llorando, a moco tendido.
           
Luego nos trajeron la pizza, hartamos como coches.
           
Comiendo un pedazo de pizza, me di cuenta que el miedo que había tenido en días anteriores se había desvanecido por completo. Simplemente ya no estaba ahuevado. Lo supe al comer ese pedazo caliente de pizza y ver a Ricky y Rafa medio juntos, al final de la mesa, a Otoniel cagándose de la risa, a Ramiro y la Madrina conversando, al Gordo puteando a no sé quién como siempre, seguramente a Licho. ¿Habrá un día en que el Gordo no putee a alguien? No lo creo.
           
Está el coraje que te pueda dar un pase o un tapis. Pero luego está el auténtico valor que viene de adentro.
           

A la Bianka no la he visto últimamente. Según dicen, se cambió de grupo. La verdad, qué bueno. Ciertas mujeres son como las drogas: una vez entran en tu vida, cuesta un huevo sacarlas.