3.

AL OTRO DÍA llegó Bianka C. Llevaba un atuendito particularmente sexi, con el cual logró que todos babeáramos en cantidades fluyentes, especialmente Ricky, que intentaba llamar a toda costa su atención. Todo en ella tenía el tono mismo de la Tentación y el Error. Pero me temo que de Tentaciones y Errores están hechas las mejores historias.

No pude dejarla de verla a lo largo de la reunión.
           
Un reverendo culo.
           
Algo de su figura me tenía obsesionado.
           
Simplemente quería acostarme con ella.
           
A la salida del grupo estuvimos hablando. Puta qué buena está. Me dio un cigarro, con una sonrisilla lúbrica, expresión burdelesca, un tono de voz que no puede ser más caliente. Controláte vos Sebastián, procuré decirme. Pero luego ella me puso una mano en la pierna, y se me disparó la lujuria grueso. Su habladito sensual, su pelo con fragmentos rojizos, sus aires de niña perdida, cortados por gestos sexuales, magnetizadores. Me empecé a encular de veras.
           
Preguntó donde vivía.
           
–Aquí bien cerca –le respondí–.
           
Empezó a darse un flirteo sustancial. Me sonó que podíamos acostarnos muy pronto. 
           
Luego nos dejamos los dos de mamadas: me subí al carro con ella, y nos fuimos a mi apartamento.
           
Era hora de mostrarle mi yo profundo.
           
Nos pegamos una buena cogida.
           
Y luego se fue a su casa.
           
Buena mierda.
           


LLAMÉ a Otoniel.
           
Pensando en pedirle que sea mi padrino.
           
Es un poco solemne para mi gusto, adolece de falsa modestia, tal vez, pero estaba claro que necesitaba alguien con quien hablar.
           
No sé si conseguí pedírselo al final.
           
La cosa es que me propuso darme el tour por varios de los grupos de Doce Pasos, en la tarde. 
           
Y así fue.



AL OTRO DÍA, me llevó a conocer grupos.
           
Y lo mismo el día siguiente. 
           
Y luego al otro día.
           
Así fue como conocí muchísimos locales y confraternidades de Doce Pasos.
           
Muchísimos: de Alcohólicos Anónimos, Neuróticos Anónimos, Hijos Adultos de Alcohólicos, Comedores Compulsivos, Alanon, Alateen, Jugadores Compulsivos, Codependientes Anónimos, Acumuladores Anónimos, Sexólicos Anónimos, Deudores Anónimos, Enfermos Emocionales Anónimos...
           
Cuánto grupo pisado conocí.
           
Cuánto enfermo serote.



HOY NO FUIMOS a visitar ningún grupo con Otoniel, sino fuimos a tomar café a un lugar que queda cerca del grupo. Y allí pude hablarle de mi proceso de desintoxicación, que incluye mucha irritabilidad, desánimo, depresión. Ah, y también insomnio. Y bueno, la diarrea.
           
Él me dijo que yo tenía que trabajar el programa.
           
–¿Y no es suficiente con ir al grupo? –pregunté.
           
–No –contestó, enérgicamente.
           
–Pues en mi caso lo será –repliqué, arrogante, mi voz emitiendo desprecio–.
           
Añadí:
           
–Yo no tengo tiempo para trabajar ningún programa pisado y eso del programa son puras huecadas –concluí, y estaba claro que se me estaba saliendo el nenón, el ishto serote–.
           
–Pues bien, viva su experiencia –dijo él, muy simplemente.
           
Y por alguna razón eso me ardió bastante.
           
(Eso que de que no tengo tiempo para trabajar el programa es completamente falso, pura casaca, pues yo no trabajo ni hago nada con mi vida, y simplemente vivo del dinero que me da mi vieja, lo cuál me da mucha vergüenza.
           
Soy todo lo contrario a mi hermano, tan exitoso, tan independiente. Aunque eso sí, tan avaro, el pedazo de mierda. El pedo es que todos en mi familia son unos avaros. Yo también, aunque no exactamente avaro de dinero: más bien avaro de amor.)
           
En otro momento de nuestra conversación, le confesé a Otoniel que tenía mucho miedo y muchas dudas respecto a mi futuro. Me dijo que aquello era muy normal.
             


YA EN LA CASA. Sin poder dormir. Supongo que no contribuye en ni mierda el hecho de que hoy me tomé diez tazas de café.
           
Extrañando el cuerpo caliente de la Bianka, el culo blanco de la Bianka, los ojos dulzones de Bianka, y la voz querida de la Bianka, que está hecha de la saliva misma de su pusa. 



EL DÍA SIGUIENTE me la pasé en cama, sin ganas de hacer nada, bieeen quieto. Mi madre me llamó, pero no le contesté el teléfono. Era simplemente que no quería hablarle.
           


ME GUSTA estar en mi apartamento. Mi apartamento nunca me ha dicho que haga esto y no haga esto. Mi apartamento asiente y consiente. En este lugar me he metido –huevudo– dosis extravagantes de droga. En este apartamento me he quemado a gusto las neuronas, y puesto vergas yo diría memorables, tenido paranoias interminables. 
           
Si estas paredes putas pudieran hablar.



LA DE HOY ha sido una reunión muy buena. Empiezo a quererlos, a ellos: los monstruos, los enfermitos.



SI ALGO se toma en serio Juan Manuel es el programa. Por lo que yo sé, es su gran pasión. Digamos que con eso de la recuperación no se anda con pajas.             Ese ímpetu, ese hervor.



A MÍ cada día me va cayendo mejor Juan Manuel. El cuate se preocupa un vergo por uno. Siempre se materializa en el momento correcto, cuando uno más lo necesita. Simplemente, no me veo teniendo un problema con él. A pesar de ser un poco cachureco –va todos los días a la iglesia del barrio, antes de pasar al grupo– tampoco es que sea insoportable en ese sentido.
           
–Controláte con la Bianka –me dijo hoy– o te vas a meter en problemas con el Rafa, hombre.
           
–¿Yo, problemas con el Rafa? Nel.
           
–Puta vos Sebastián.
           
Me explica que detrás de toda Bianka hay un maleado como Rafa dispuesto a sacarte la caca a pura verga.
           
–Vaa pues, sobre aviso no hay engaño –agrega Juan Manuel.
           


A JUAN MANUEL le gusta el café. Siempre anda con una taza de café en la mano. Yo, mismamente.
           


COMO YO LO VEO, el café no es como hartarse pastas, como meterse pases, como fumar piedras, no tiene ni verga de malo, el café. 


           
QUIENES DE PLANO NO ME CAEN BIEN son los cholos del Call Center que queda en la esquina de mi edificio. Los guatemaltecos son tímidos y esos cholos malditos se aprovechan de ello. Hablan fuerte y callejero. Bueno, yo no es que sea xenófobo, pero cae en la verga que le hablen a uno en inglés, como si estuviéramos viviendo en los Estados Unidos. Ellos me hablan así, en inglés, y yo les digo: no hablo inglés. Qué es esa mierda. Uno de ellos, al que le dicen el Macho, ya quería armar lío. Dejáte venir pues, le respondí. El otro cholo –apodado el Grifo– lo contuvo. Vaa que solo pajas sos, todavía le dije. El Macho se me quedó viendo, como pensativo.
           
I´ll fuck you up man…, me alcanzó a decir.
           
Yo no dije nada.
           
Los demás chavos del Call Center miraron toda la escena sin decir nada. Qué huevos que el guatemalteco sea siempre testigo para todo, pero nunca se involucre en ni mierda.
           
Eso llegué a contar en la noche al grupo. Se me acercó uno de los compas –el tal Ramiro L.– y me dijo:
           
–Usted no se ahueve. Todo p–pasa y nada p––p–asa. Usted simplemente haga lo que sea p–para no consumir.
           
Ramiro tartamudea un cacho cuando habla. Según me cuenta, ha abierto varios grupos en el país. Y va a todas las Convenciones de la Confraternidad. Tiene dos mil ahijados. Tiene tres mil padrinos. Es políglota.  

Ironías aparte, le agradecí la sugerencia, porque después de todo el vergoloteo con los cholos, me dieron como ganas de un toque.
           
Tengo que tener cuidado, o voy a parar metiéndome mierda.



AL OTRO DÍA, me armé de valor y pasé delante del Call Center, pero no estaban los cholos esos. Agradecido: no estaba seguro de querer entrar en controversia con ellos.
           
Estaba el Poli, con su eterna cachucha. El Poli del Call Center me cae bien, siempre lo saludo.
           
Aparte del Poli, varios chavos, chavas, fumando. Qué hueva trabajar en un Call Center, aguantando a serotes inconformes todo el santo día. Este y todos los Call Centers de Guatemala me la pueden chupar parejo.
           
En el grupo estuve observando a Bianka. Qué rico estás, me decía la otra noche, con tonito sexikiller. Incluso bajo la luz chafa del grupo se mira bien. Sin duda, uno de los mejores culos que me he tirado en vida. 
           
Como no tenía ni verga qué compartir en el grupo no compartí. 


           
NADA QUÉ DECIR del Licho, salvo que es un payaso, que lo único que le interesa es la chingadera, que siempre anda riéndose, que no agarra formalidad.
           
–Andá poner el café –le dice el Gordo, que bien podría ser el guarura de una estrella pop estadounidense.
           
–Chis. Eso es para los nuevos.
           
–Pero vos sos nuevo.
           
–Yo soy recaído, que es distinto.
           
El Gordo ya ni insiste.
           
El Licho se dedica a arreglar carros, y siempre está hablando de ellos.
           
El Licho es pequeño y vibracional.
           
Hoy, en la reunión de trabajo, está otra vez calentándole los huevos a todo el mundo. Lo que pasa con Licho es que no sabe cuando hacerse sho.
           
–¿No que tan entendido y la gran puta? –está retando ya a Otoniel.
           
Otoniel lo mira con compasión.
           
Sabe que es un caso terminal.
           
–Licho, si seguís así, vas a parar chupando, mijo.
           
–Ah vos tu madre –sisea Licho, con su vocecilla aguda, irritante.
           
–Ya sho vos Licho –le contesta apaciblemente Otoniel.