9.

DE VUELTA. Todo bien. Contento de estar otra vez en mi departamento.



SALGO del parqueo del edificio, en el carro prestado de mi vieja, con el objetivo de ir a devolvérselo a su casa. Paso enfrente del Call Center, y alcanzo a ver que allí está el Juan Manuel, y está hablando con los cholos. Él no me ve –por los vidrios polarizados–. Yo puro mula tratando de saludarlo, pero inútilmente.
           
De seguro llegó a buscar brete, como me había dicho, y se puso a preguntar y platicar con la mara que allí estaba, y terminó hablando con los mierdas de los cholos. Tendré que advertirle que se aleje de esos serotes. Pero no ahora, porque ando preciso, y además traigo carro atrás.



POSTERIORMENTE llamo a Juan Manuel y le pregunto que cómo le fue con eso de la chamba del Call Center. Me dice que al final decidió quedarse en su antiguo trabajo, y que ya ni siquiera fue al Call Center. Pero si yo te vi enfrente de lugar, estaba a punto de decirle, cuando me empieza a contar algo muy desagradable. Resulta que asaltaron a la Madrina. Pregunto si se encuentra bien. Dice que sí, que está un poco asustada, pero bien. Me relata que fue en la pasarela de Los Próceres, la que queda cerca del Obelisco. Dos majes la esquinaron, cuenta Juan Manuel con bastante detalle. ¿Y qué ocurrió?, pregunto. Pues que le metieron un vergazo en la ficha, los cobardes hijos de la gran puta. Al final no pasó a más… todo bien… no fue para tanto… Es solo que ya no se puede vivir en esta ciudad, continúa Juan Manuel. Es solo que este lugar es una mierda.



LA LOCA SEROTA no me ha llamado ni ha venido a buscarme en estos días. Y qué bueno, pues ya no hallaba ni qué hacer con ella.
           
A lo largo del día me dedico a leer el libro de Meditaciones. Estoy muy ansioso y feliz de ir hoy en la noche con los drogos en recuperación. 
           
Pero antes de eso me junto con Otoniel en el café cercano al grupo. Otoniel me apadrina, me dice que haga esto, que no haga aquello, que me organice. Me pregunta si todavía tengo chorrío. Le respondo que el chorrío se fue, felizmente.
           
Decido contarle sobre Bianka. Me escucha, receptivo. Me dice que hice bien en mandarla por un tubo.



Y CABAL que en el grupo está Bianka, compartiendo. Me clava los ojos–cuchillos, gélidamente, cuando ingreso. Rafa también está allí. Los dos están allí. Ella habla de no sé qué problemas con una colega suya en el trabajo. Yo me siento en una de las sillas, incómodo, un poco ahuevado, a decir verdad. Al rato mejor zafo.
           
La Loca Serota es locura tras locura tras locura.